sábado, 2 de abril de 2011

Consideraciones sobre la fidelidad

Por:  Óscar Molina


Un infiel es definido por la Real Academia de la Lengua Española como alguien que no profesa la una fe que es asumida como verdadera o como aquel que carece de puntualidad y exactitud.  La etimología proviene del Latín infidelis. En este sentido podemos decir que la palabra puede estar relacionada con un cultismo[1] que tuvo relación con principios religiosos y por historia de la lengua castellana, es conocido que el Latín como lengua que dio origen al castellano, tuvo dos variantes: el latín vulgar que era el producto de la mezcla de la lengua pura con los dialectos hablados por los pueblos y el latín culto que tuvo fines literarios y religiosos y por tanto era usado por los nobles, los escritores y la iglesia católica.


En conclusión, la palabra infidelidad inicialmente tuvo una connotación religiosa y es posible que con el paso del tiempo la cultura le haya dado otro valor.  Para determinar lo anterior, este ensayo pretende poner en diálogo la cultura y la religión para llegar a conclusiones que permitan acercarse a la infidelidad más como fenómeno que concepto teniendo en cuenta los factores que lo circundan.

Comencemos por hacer un acercamiento al concepto bíblico de la fidelidad. Primeramente encontramos en la figura de Jesús a un ser que guarda la palabra del Padre y que es fiel a sus principios y en consecuencia deberá transmitir ese principio a los pobladores del mundo.  La siguiente cita puede ubicarnos en este principio fundacional del dogma cristiano: "Fiel es Dios, el que os llamó
a la comunión con su Hijo, Jesucristo Señor nuestro."
[Primera carta a los Corintios 1(9)].así las cosas, la fidelidad es una característica de Dios y esta es trasmitida a Jesús para que difunda en la humanidad los beneficios que conlleva ser fiel a su Padre.

De lo anterior se desprende que el hombre infiel era aquel que desoía el mensaje Divino que le era dado por Jesús y por ende, rechazaba o se alejaba de la fe.  Con base en lo planteado, la iglesia católica asume la infidelidad como una afrenta, dado que quienes no profesen su fe están alejándose de Dios y como consecuencia de ello habrán de recibir un castigo: Si ustedes son infieles a la Alianza que Yavé su Dios les propuso, si sirven a otros dioses y se prosternan delante de ellos, entonces se encenderá contra ustedes la cólera de Yavé y desaparecerán rápidamente de esta buena tierra que Él les dio”. [Antiguo Testamento. / Josué / 23.- Discurso de Josué en Siquem].

Hasta este momento, el concepto de infidelidad se constituye en una axiología religiosa que es indisoluble de la fe, no obstante, y volviendo sobre otra definición de infiel que se presenta al comienzo del ensayo, podemos  notar que posterior a la acepción religiosa se halla la de “impuntual e inexacto”, pero estas  categorías no hacen referencia al engaño sentimental, sino al desinterés, hablando en términos generales.  Entonces cabe preguntarse cómo se apropia el concepto de infidelidad en nuestra cultura y cómo ha afectado la vida de quienes prefieren mantener  una relación en la cual la constancia y la dedicación son fundamentales para que el amor sea para siempre.

Pero antes de entrar en el difícil terreno de la infidelidad conyugal, por así decirlo, (porque no hay que estar casado con alguien para oficiar de infiel) es necesario que exploremos diversas posiciones culturales sobre la infidelidad. Para empezar, el tema de la mujer es ineludible, puesto que desde la creación es sujetada a la voluntad del hombre y debe servirle a su esposo con sumisión y esto se constituye en el más bello acto de fidelidad.  Tengamos claro que las Escrituras dan fe de la libertad que tenía el hombre para tener varias esposas, situación que se ha mantenido a manera de tradición en muchos pueblos orientales y que alternamente le ha otorgado a la mujer una condición subvalorada que raya en el machismo, pues al considerarse el hombre como cabeza de la familia y único responsable de la procreación en beneficio de la proliferación de la especie humana, la mujer es relegada al punto que se convierte en un pretexto para todo, de tal suerte que las oportunidades que la pongan al mismo nivel que el género masculino le son negadas rotundamente.  Sin embargo, aunque en la cultura occidental no se llegue a ciertos extremos en cuanto al tratamiento que se le da a la mujer, no es desconocido que con el nominativo de “sexo débil” nos ponen en una situación de indefensión, por no decir de inoperatividad en cuanto campo posible haya.  Para no ir muy lejos, es normal que al hombre se le conozca como el súper - macho si por sospecha o conocimiento de causa se le conoce más de una mujer, en tanto que a la mujer que llegue a alardear de ser mínimamente pretendida por más de un hombre se le considera “fácil” para no usar otros términos que varían curiosamente con la cultura.


Lo anterior ha aplicado siempre en todos los contextos, pero ahora dizque vivimos en una época posmoderna en la cual la mujer ha ido adquiriendo estatus social, gracias a los múltiples movimientos feministas y al parecer ganó el derecho a trabajar y a aportar a veces más en la casa que el hombre, pero eso sí, no pudo franquear los límites del mito de la infidelidad, porque el hombre es el que conserva el derecho de sentarse en cuanta cantina encuentre a tomarse unas cervezas con los amigos para mitigar el estrés que le causa responder por su familia y de paso  ver cuántas amiguitas se liga en una noche para luego consolarnos con excusas como: “tú sabes que eres la principal”, “en la casa no te falta nada”, “no te rebajarías con una de la calle” o en situaciones más grotescas: “tranquila que eso sale con agua y jabón”.
De tal suerte que la fidelidad se concibe modernamente más como un estado de gracia porque basta con que se tenga la plena conciencia de contar con  alguien, lo demás son aventuras.  En conclusión, ¿será que la fidelidad moderna tiene un sentido más idealista que teológico?

Para responder la pregunta planteemos la fidelidad como una utopía en la cual se nos hemos instalado las mujeres y que defendemos a capa y espada mientras que los hombres se burlan de nuestra falsa liberación porque finalmente les hemos hecho la vida menos difícil en lo concerniente a la economía.  Seguramente hará falta una nueva corriente igualitaria que borre definitivamente el mito de que a nosotras no se nos quita con agua y jabón.






[1] Palabra culta, generalmente de origen grecolatino, usada en la lengua intelectual, literaria y científica. Vocablo procedente de una lengua clásica que penetra por vía culta en una lengua moderna sin pasar por las transformaciones fonéticas normales de las voces populares. Construcción o acepción propias y privativas de una lengua clásica y recreadas en una lengua moderna, casi siempre con fines expresivos. (Real Academia de la Lengua española)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.