lunes, 4 de abril de 2011

LOS INFLUJOS DEL PENSAMIENTO GLOBAL Y LA RESISTENCIA LITERARIA

Por:  Óscar Molina.


“Es América Latina, la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha transmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo, la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y consumo, los recursos naturales y los recursos humanos. El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo. A cada cual se le ha asignado una función,  siempre en beneficio del desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la cadena de las dependencias sucesivas, que tiene mucho más de dos eslabones, y que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la opresión de los países pequeños por sus vecinos mayores y, frontera adentro de cada país, la explotación  que las grandes ciudades y los puertos ejercen sobre sus fuentes internas de víveres y mano de obra…”
Eduardo Galeano.  Las venas abiertas de América Latina



El tiempo trae consigo los cambios que hacen de la historia la única arma que tiene el hombre para defenderse y en los anales de nuestra humanidad quebrantada yacen, una a una, las desandanzas de los pueblos americanos y los vestigios de la esclavitud siguen vigentes y nuestros amos son los fuertes, los que se integran en búsqueda del poder, ese poder que se hace llamar de muchas formas y que inflige prácticas excluyentes.  Son los otros, los desarrollados, los eurosuficientes, los capitalistas, los neoliberales, quienes tienen la potestad de acallar a los de abajo.  Así lo expresó Eduardo Galeano a manera de grito en Las venas abiertas de América Latina, pues es claro que nuestros días seguirán estando contados, porque nos hemos quedado sin la vitalidad de la independencia, sin voz y sin recursos ante la avanzada neoliberal de los más pudientes.
Así, nuestras sociedades se acostumbraron al cotidiano hecho de perder porque el tercer mundo ha sido nuestro eterno hogar, gracias a la maquinaria económica que fortalece a los países de arriba.  Entonces somos todavía la colonia servil que se debate entre la unidad social que no puede más que recibir las migajas de y silenciarse ante la posibilidad de exclusión.  Es que para Galeano el fenómeno sociológico que rige al neoliberalismo se ha trasmutado hasta nuestras propias comarcas y curiosamente, en su poema Los nadies, aparecemos como los soñadores, los que esperamos  que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte.
Es claro que para muchos conciudadanos americanos, las cosas no han andado bien, como también es claro que la figura de un mundo global se revierte contra la libertad, contra el poder decisorio de quienes ya no tenemos más para dar y que nunca hemos recibido.  De este modo, es cierto que América Latina tiene las venas abiertas y por ellas ha dejado de correr la sangre vital que la llevó a luchar en otros tiempos por una identidad utópica.
Por eso, la cadena que nos ata está tejida por los embates constantes de los países que en su momento ostenten el poder.  Somos el producto de ajenas ideologías económicas, de los parapetes mercantilistas que subyacen en las políticas integradoras, en las promesas.
Sobre todo lo anterior, muchos escritores y ensayistas han referido de manera triste, más que filosófica su sentir.  Por ejemplo, leyendo a José Martí, al que me atrevo a nombrar como el vocero de los pueblos americanos, confirmo que nuestra identidad ha sido vapuleada desde siempre y que el mundo entero no es nuestra aldea, sino aquella en la cual hemos vivido y por la que tenemos la obligación de luchar.  Cabe reflexionar que José Martí vivió en carne propia la opresión y que para 1891, fecha en que se publica su ensayo Nuestra América, las sociedades del Nuevo Mundo estaban conociendo la mano fuerte de los nuevos sistemas capitalistas que se cernían sobre nuestros pueblos.
Para Martí, la patria duele demasiado y los hombres de la América que él evoca, no son más que seres pusilánimes y carentes de identidad, entonces, “La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyès no se desestanca la sangre cuajada de la raza india (...)”.  El llamado del pensador tiene vigencia, aunque haya pasado más de un siglo de su divulgación porque la democracia de los pueblos americanos no requiere de poderío sino de identidad y fuerza.
Por otro lado, y en épocas distintas a la de Martí, resuenan los ecos de Sábato, que nos invita a resistir los influjos mercantilistas de la posmodernidad que no hace otra cosa que envilecer la existencia.  Para Sábato la sociedad actual se rige por un lema de conquista que redunda en la tenencia del poder y en la explotación de los menos favorecidos, entonces no es posible pensar en una sociedad globalizada porque la superpoblación mundial no puede ser asimilada en un sistema ventajoso como lo es el neoliberalismo, un sistema donde, según Sábato, la consigna es: “sálvese quien pueda”.
Pero la idea de repensar nuestra posición dentro de un sistema de exclusión ha de incumbir a todas las instancias y si las ciencias sociales  son  responsables del intento por vender un concepto neoliberal con visos favorables para las sociedades latinoamericanas, es necesario movilizar sentidos, porque toda expresión es válida y todas las voces encontrarán asidero en todas las conciencias.
Así, si las ciencias sociales tienen definidos unos modelos neoliberales de vida  para nuestros pueblos, la literatura desde todos sus géneros es la encargada de dar testimonio acerca de nuestros itinerarios; de hecho, la historicidad de nuestra identidad literaria está ligada a los procesos independentistas y coloniales que sufrieron nuestros pueblos.  No es asunto oculto que el Boom latinoamericano fue un movimiento impulsado por las editoriales norteamericanas porque veían que en América había muchas cosas por contar, producto del resquebrajamiento social.
 Y poco apoco fuimos abandonando los modelos europeos, producto de las influencias barrocas y de las imposiciones políticas de nuestros colonos.  En este punto, es valioso considerar que ninguna expresión americana ha estado libre de los intereses monopolísticos de las grandes potencias y que es la literatura quien todavía se resiste y que invita a la humanización de las sociedades americanas.

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