viernes, 22 de febrero de 2013

¿Y los maestros qué?

...La primera tragedia que debe ser urgentemente reparada es la desvalorización de sí mismo que siente el hombre, y que conforma el paso previo al sometimiento y a la masificación. Hoy el hombre no se siente un pecador, se cree un engranaje, lo que es trágicamente peor. Y esta profanación puede ser únicamente sanada con la mirada que cada uno dirige a los demás, no para evaluar los méritos de su realización personal ni analizar cualquiera de sus actos. Es un abrazo el que nos puede dar el gozo de pertenecer a una obra grande que a todos nos incluya.


La Resistencia. Ernesto Sábato. Quinta carta: Lo peor es el vértigo


Ante los pasos abismales de la posmodernidad, todas las voces son posibles. Más, si surgen desde la urgente necesidad de clamar en pro de la reivindicación de los caminos desandados, gracias a los afanes del hombre que se ha sincronizado desde el tiempo y el espacio mientras abandona su alma en algún letargo de su existencia. Entonces, la metáfora se apodera de quienes tienen aún el privilegio de izar sus plegarias en cualquier asta pública o clandestina. No importa si lo imperante es que siempre apunte hacia el cielo. Tomo como referencia precisa a Sábato, quien propone una arriesgada resistencia en medio de un tiempo que no da tregua.

A través del tiempo, los seres humanos hemos buscado derrotar cualquier sospecha de inferioridad. Nos asiste la certeza de ser los únicos pensantes del universo y nos estremece la idea de que algún día dejemos de ser los gestores del cosmos. Esta idea, que no deja de ser abrumadora, se ha convertido en una antítesis de la existencia; pues nos hemos olvidado de las cosas simples mientras nos sumergimos en los bytes y nos pasamos días enteros imbuidos en una tecnología que caduca a cada segundo. Nos estamos “plasmatizando”, al tiempo que nuestros hábitos son cada día más cibernéticos. ¿Y todo esto a qué precio? Innegablemente a la pérdida de la sensibilidad ante la llegada monstruosa de la masificación.

Aprovechar la tierra y hacer de ella un espacio de vida fue la primera encomienda que hizo dios a Adán y a Eva cuando los expulsó del paraíso, (falta ver si no tengamos que ser expulsados por segunda vez de este mundito mal administrado) pero la búsqueda de poder envileció muchas más almas y la racionalidad pasó a ser, de alguna forma, otro poder adquisitivo cuando el dinero no alcanza a comprarlo todo. Ahora estamos siendo víctimas de nuestro propio invento porque las armas silencian ferozmente sin miramientos sociales, políticos o religiosos. Vivimos en el tiempo de la ubicuidad impuesta. Los ojos de todos están en todas partes. El aire nos asfixia y la luz nos desnuda irremisiblemente dejándonos vulnerables ante cualquier nuevo embate del enemigo.

Es claro que los hombres han planeado su propia muerte y cavado su propia tumba, aunque suene a frase de cajón. ¿Dónde quedaron las cosas de antaño? Los carteros remplazaron a las palomas mensajeras y ahora se dan serenatas por internet, en tanto que la magia de los libros ya no está en sus hojas con olor a selva y los clásicos literarios son ahora unos tratados para amar mejor o para dormir sin que las deudas atormenten.


En este mundo posmoderno el encantamiento es equivalente al mito de las sirenas, como lo describió William Ospina. Pronto se apagarán las luces y todo quedará en tinieblas y Dickens con su sueño de navidad no podrá hacer nada, ni los fantasmas de los pueblos revivirán cada vez por año para recordar sus hazañas.

En la construcción del conocimiento siempre habrá caminos sin recorrer. Nuevas propuestas que confirmen la dinámica enseñanza – aprendizaje. Los nuevos maestros hemos de repensar procesos que salvaguarden una enseñanza efectiva y afectiva en la que medie la comunicación como herramienta infalible en la educación, una comunicación en la cual los estudiantes puedan dar cuenta de su entorno, de su existencia. De su universo inmediato. La invitación surge desde una posición integradora, en la cual estudiante y maestro interactúan en el arte del descubrimiento y del asombro. Entonces el conocimiento circula desde la significación y la construcción. De tal suerte que las prácticas educativas unilaterales son relevadas por actos participativos y auténticos.

La educación no ha estado ajena a los embates del mercantilismo didáctico; utilizo este término en el sentido de que muchos docentes prefieren comprar medidores de conocimientos y habilidades como si fueran fórmulas médicas y se abstienen rotundamente de hacer un diagnóstico de su población porque no tienen tiempo ni herramientas. La educación debe ser una actividad íntegra y el docente que la promueva tendrá muy claras las necesidades de sus estudiantes en contextos reales; espacios donde la comunicación prima en las relaciones éticas y culturales, mientras que la publicidad y la tecnología despliegan valores que remplazan los discursos limpios y armónicos que ofrece la lengua castellana.

Muchos pedagogos y filósofos han pensado la educación desde diversas ópticas. Para Fermoso, por ejemplo, el concepto de educación depende del de fabricación, en él se funden escuela y trabajo. Para el marxismo la educación no puede ser idealista porque debe estar dirigida a la realidad y a la práctica. La educación es actividad, es social y es un medio para mentalizar a los ciudadanos para dar el paso de la sociedad capitalista a la comunista. Así, la educación deberá ser un espacio de preparación para la función social del hombre; no un elemento de alienación. El autor se apoya en principios platónicos basados en la belleza y la perfección y se apoya igualmente en la virtuosidad y el carácter moral del ser. Para él, la finalidad educativa se instala en el desarrollo, la perfección y la formación, que implican la espontaneidad evolutiva, la finalidad perfectiva y la integración holística respectivamente.
En Fermoso está claro que la educación es una función social y una necesidad cultural, todo acompañado de la intencionalidad. Ciertamente, nuestra educación debe tener estos elementos y hacerlos explícitos en todos los procesos formativos que llevemos a cabo con nuestros educandos. Pero, ¿Cómo se posibilita la educación según Fermoso? Desde el reconocimiento de la educabilidad como una exigencia individual reconocida como un acto intencional donde el individuo dirige su necesidad de aprendizaje dentro de un sistema dinámico ligado a la existencia y al desarrollo natural del ser.

Como maestros, es importante reconocer en Fermoso aportes dinamizadores y actuales en el proceso educativo. Creo que desde él se promueve la resignificación de nuestro ejercicio. Sin embargo, esos principios holísticos de ven resquebrajados cuando el afán de producción hacen de los procesos pedagógicos una cantidad de saberes para aprender a hacer cosas en función de una sociedad que exige mentes capitalizadas.

Entonces, ¿cuál es el papel del pedagogo del siglo XXI? Desde mi posición como maestro asumo que debemos posibilitar una pedagogía que esté alejada de las fórmulas de antaño. Tenemos pues la obligación de hacer de la experiencia educativa un acto legítimo mediado por la dialéctica y hacer de las sociedades futuras instituciones críticas capaces de trasformar su entorno de manera humanizada puesto que no se puede comunicar desde el prejuicio o el saber cerrado que no admite ser replanteado.

Óscar Alberto Molina Serna

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