lunes, 4 de abril de 2011

FACUNDO Y EL IDEAL LATINOAMERICANO. UNA APROXIMACIÓN A LA DIALÉCTICA: CIVILIZACIÓN Y BARBARIE


Por:  Óscar Molina

"si levantáis un poco las solapas del frac con
que el argentino se disfraza, hallaréis
siempre el gaucho más o menos civilizado".
Facundo.  Domingo Faustino sarmiento.


Pablo Baler , en Apuntes para una poética del racismo, el autoritarismo y la egomanía en la Argentina, categoriza la novela de Domingo Faustino sarmiento como “panfleto épico” y los argumentos que validan dicha aproximación están orientados, en primera instancia, hacia el rastreo histórico – político que hace Sarmiento en Facundo con la intención de develar apartes de la vida nacional argentina desde el siglo XIX para ponerlos en conocimiento de una sociedad que aún busca respuestas sobre su estado social.  En segunda instancia, puede considerarse Facundo como un canto heroico en la medida que se construye a partir de las voces de los pueblos pamperos que dan cuenta de las luchas emprendidas en defensa de la identidad cultural.  En este ensayo se pretende, sin ánimos provocadores, analizar en un aparte de Facundo, las incidencias sociales y políticas presentes en la novela, además de los referentes históricos y literarios que sustentan el proceso civilizador de argentina en oposición o conjunción con el concepto de barbarie; además de extrapolar acontecimientos nacionales, como es el caso de Argentina al contexto latinoamericano para llegar a una conclusión, no definitiva, pero sí justificada acerca de los alcances de los procesos independentistas en las ideologías latinoamericanas.
Para los argentinos, la historia ha dejado grandes inquietudes; velos que ocultan las acciones siniestras de los gobiernos que buscaron crear civilidad a través de las dictaduras que generaron fuertes coyunturas sociales en el siglo XIX.  Y fue precisamente Estaban Echeverría, en su cuento El matadero, uno de los primeros escritores “panfletarios” de la agobiada Argentina, en la que se muestra el matadero como la academia donde se ejercitaban los sembradores del miedo comandados por los malvados mandatarios; literariamente, el espacio físico configura una metáfora en la que convergen el pueblo y las fuerzas oscuras de la política y El Matadero contrasta lo sangriento con lo artístico: “Los colores de este cuadro son altos y rojizos; pero no exagerados, porque sólo ellos remedan con propiedad la sangre, la lucha por el toro bravío, la pendencia cuerno a cuerpo y al arma blanca, las jaurías de perros hambrientos, las bandadas de aves carnívoras, los grupos gárrulos de negras andrajosas y el tumulto y la vocería de los carniceros insolentes” .  En este orden de ideas, podemos afirmar que la necesidad de denunciar las prácticas sediciosas de la oligarquía en los procesos independentistas de Argentina, han motivado a muchos escritores y que los acontecimientos históricos no distan del texto literario, sino que se complementan a fin de provocar reflexión y conciencia identitaria.
Para no alejarnos del propósito de escritura de este ensayo, es relevante que al volver sobre Facundo, sepamos que el personaje motivador de esta novela es el caudillo Juan Facundo Quiroga, quien defendió el Federalismo como un movimiento que daba sentido idiosincrático en oposición al Unitarismo, promulgado por la oligarquía y con finalidades civilizadoras, ya que la identidad nacional no tenía importancia, sino la cultura.  Con la anterior información podemos acercarnos a la dialéctica planteada en la novela: la civilización y la barbarie y caben dos preguntas que posiblemente no queden resueltas: ¿La civilización es un reconocimiento o un estado al que toda sociedad debe llegar a cualquier precio? y ¿puede concebirse la barbarie por fuera de la civilización o como más bien como un complemento para la construcción de sociedad y cultura?
Es posible colegir que la barbarie está representada por los opositores a la civilización europea y que éstos usaban el término peyorativamente para referirse en sentido directo a los carentes de cultura, a los indios, a los no creyentes, etc.  Así las cosas, la barbarie podría referirse a las acciones que tuvieron que ejecutarse para que los nativos americanos fueran civilizados y desde una postura marxista, la civilización es un estado al que se llega, a pesar de las guerras y de múltiples muertes y exabruptos y la barbarie no es más que un estado primitivo que debe ser mudado a la civilidad. Entonces es plausible que  para Marx, la dialéctica planteada por Domingo Faustino Sarmiento en Facundo, no sea más que una disyuntiva: “La más importante división del trabajo físico y espiritual es la separación de la ciudad y el campo. La contradicción entre el campo y la ciudad comienza con el tránsito de la barbarie a la civilización, del régimen tribual al Estado, de la localidad a la Nación, y se mantiene a lo largo de toda la historia de la civilización hasta llegar a nuestros días.  Con la ciudad aparece, al mismo tiempo, la necesidad de administración, de la policía, de los impuestos, etc., en una palabra, del régimen colectivo y, por tanto, de la política en general. Se manifiesta aquí por primera vez la población en dos grandes clases, basado en la división del trabajo y en los instrumentos de producción. La ciudad es ya obra de la concentración de la población, de los instrumentos de producción, del capital, del disfrute y de las necesidades, al paso que el campo sirve de exponente al hecho contrario, al aislamiento y la soledad”.   Con base en lo anterior, La humanidad ha tenido siempre dos caminos: alcanzar el estatus de sociedad o permanecer en la barbarie a modo de posición sumisa y reticente ante los cambios culturales y políticos que implica la civilidad. Por otro lado, Hegel reconoce que el hombre a través de su historia está en constante búsqueda de la libertad, pero la verdadera libertad está en la razón y esta es inherente a la civilidad.  Así, Hegel reconoce que las revoluciones son necesarias para imponer un orden social en el que la razón es el poder absoluto; modelo del cual se sirvió la Ilustración francesa para hacer ver que el pueblo estaba primero, pero sin participación democrática bajo el lema: “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.   Como consecuencia de lo anterior,  lo que prevalece de hecho es la desigualdad y la esclavitud; la mayoría de los hombres carece de toda libertad y se halla privada del último resto de su propiedad. Por tanto, la realidad "no razonable" tiene que ser alterada hasta que llegue a conformarse con la razón. En el presente caso, es necesario reorganizar el orden social existente, abolir el absolutismo y los restos de feudalismo, establecer la libre competencia, hacer que todos tengan iguales derechos ante la ley, etc.
Pero Faustino Sarmiento, aunque reconoce el valor de la civilidad, siente la necesidad de explicar las razones que llevaron al gaucho para defender sus ideales a través de las luchas en un espacio geográfico demasiado inasible para los hombres  de la pampa para los “compadritos” aguerridos como Facundo, quien es reconocido como el eje de los movimientos independentistas de Argentina y que encarna una fuerza socialista sustentada en principios individualistas asumidos como la iniciativa de hombres del común para repeler la represión que se soslayaba en principios civilizantes. 
Entonces, Facundo está escrito con intenciones indagatorias para dejar claro que la vida social conlleva elementos dominantes y que esto compromete los límites territoriales, el pensamiento humano que se impone a través de múltiples manifestaciones, situación que redunda en la organización política de las comunidades.
En conclusión, no podemos separar la barbarie de la civilización, pues las dos categorías son más conjuntivas que disyuntivas porque barbarie y civilización conducen, aunque no en forma legítima, a la modernidad que es el destino trazado por otros para los pueblos latinoamericanos.  Decir barbarie o civilización da oportunidad de escogencia a los pueblos para permanecer en un estado iniciático o trascender en lo que otros llaman progreso, socialismo o capitalismo y en Latinoamérica no se otorgaron fueros culturales, es decir, las comunidades no tuvieron tiempo para cimentar sus sociedades en principios propios y el resultado terminó minando lo que José Martí trató de defender con tanto ahínco: la identidad latinoamericana; y terminamos siendo un rompecabezas armado con las ideas de extranjeros, porque para Martí, vale más la aldea que el universo entero y la aldea están representadas “nuestras dolorosas repúblicas americanas”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.